viernes, 31 de enero de 2014
Las princesas no lloran ¿o sí?
Yo antes era una princesa, o al
menos eso me decían, mi mundo estaba basado en las buenas sensaciones, incluso
con un “las princesas no lloran” y una caricia en la mejilla dibujaba una
sonrisa ahuyentando todas las penas. Pero perdí la corona, los ropajes lujosos
que vestía quedaron pisoteados y las joyas de alto estanding fueron destruidas
con tanta facilidad como si de un trozo de papel se tratase, lo perdí todo. Era
una princesa que se quedó sola, sí, me sentí desnuda, incompleta, solitaria,
sentía frío en las noches de verano, una princesa envuelta en un mundo de
apariencias, donde todo era superficial, pero mi cuerpo se estaba acostumbrando
a sentir frío, a sentir dolor, las lágrimas ya no eran impedidas por una
caricia, corrían por mi rostro sin ningún impedimento, por cada una de ellas se
iba incorporando a mí una prenda más, nadie sabe cómo, no eran prendas lujosas,
pero me sentía protegida y abrigada, era yo la que se repetía que las princesas
no lloran, era yo la que había conseguido vestirse poco a poco. Había estado en
un mundo completamente paralelo, donde
nada malo ocurría, donde todo estaba hecho y donde los problemas se fundamentaban
en pequeñas riñas insignificantes. Un día volví a sentirme completa segura, estaba
lo suficientemente vestida como para confiar en personas ajenas, para volver a
sentirme arropada por un montón de gente que no busca una aparente princesa, sino
una princesa que lucha y que pese haber perdido su corona y todos sus ropajes valiosos
es capaz de reconstruir unos nuevos, era una princesa que no quería un príncipe
idílico, solamente un hombro en el que apoyarme, que cuando mis ropas se
manchasen, se rompan o se alteren, me vista de otras nuevas o simplemente me envuelva
con las suyas.
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